Por Odda Schumann
Es increíble que este barrio esté tan lleno de viejos. Son una plaga. Con esto que el otro día vimos en clase sobre la esperanza de vida y la tecnología, los viejos no mueren más. Y nosotros crecemos y cambiamos y ellos siguen siempre igual, arrugados y a paso lento. Lo peor es que siempre se quejan de todo y no les gusta nada.
Sólo quieren escuchar la radio y doblar ropa. Si así es como se llega a viejo, gracias pero paso. No quiero vivir como un vegetal. Quiero hacer lo que me dé la gana. Además ellos no saben lo que siente una persona tan joven hoy en día, en un mundo lleno de cables y aparatos inalámbricos.
Y no lo quieren entender. Mi vieja tampoco, que cada vez que le quiero pedir algo lo primero que dice es no. Eso me da bronca. Claro, es fácil decir que no, pero nadie se pregunta qué queremos… Cuando mamá o cualquier viejo de la cuadra me pregunta ¿no está peligroso para jugar en la calle? o ¿por qué no se dejan de pavear y hacen algo productivo?, ¿se piensan que queremos salir a la calle a que nos atropellen o nos roben? Claramente, no.
Pero no se trata de eso. Primero que si la calle está así seguro que se debe más a ellos que a nosotros. Y segundo, no me puedo encerrar en casa a ver televisión. Mamá piensa que veo películas de asesinatos y que consumo drogas con mis amigos sólo porque no me comporto como ella espera. También dice que soy un desalmado, ¿pero qué piensa, que la voy a acompañar al velorio de Norberto?
Tengo dieciséis años, no quiero meterme en un local de angustia a llorar por un tipo que no sé quién es. Me hace mal ver un cadáver listo para la fiesta: labios pegados, bien vestido y… ¡por dios! ¿Quiénes son los enfermos? ¿Cómo pueden tolerar algo así? Déjenlo ir como se fue, no como les gustaría verlo… dejen de engañarse.
La muerte nos afecta a todos, pero yo quiero hacer cosas de adolescente. Todavía tengo motivaciones, ideas locas y ganas de probar cosas. Y a veces me interesan otras cosas, como saber qué pasó con Martita, que no sale más de su casa, o qué piensa mi vieja, que no me quiere admitir que está enamorada del viejo Pocho a pesar de que lo sé desde hace tiempo…